Hoy, digitalizamos una nota de nuestro archivo para compartir con ustedes. También, como homenaje a un arquitecto sencillamente incomparable.
El arquitecto Rodolfo Livingston (1931-2023) era un encantador de serpientes, así que decir que nos dejaba fascinados cada vez que lo veíamos es poco original. Como siempre lo recordamos por alguna anécdota o alguna máxima arquitectónica, nos empeñamos en rescatar estas imágenes (¡de 2010!) para compartirlas con ustedes en formato digital. Al principio, la idea era homenajearlo en el primer aniversario de su muerte, pero no resultó tan sencilla la búsqueda. Recuperadas las fotos, armamos la nota: nadie se hubiera reído más de la formalidad de guardarlas para el 6 de enero del 2025 que él.
La Casa Curva
“Aunque haya una infinidad de alusiones al mar debido a que tiene gran valor para mi cliente (la protagonista indiscutida de la obra es la curva/ola), esto no un simulacro de casa de veraneo: es un espacio de ocio creativo”, nos decía Rodolfo Livingston sobre el espacio que proyectó con su estudio para un querido amigo que se convirtió, también, en un comitente un poco atípico: le pidió una construcción curva que tomara el escaso ancho de un lote entre medianeras. Es que, aunque de medidas sobrias, imaginaba ondulado el estudio de una nueva etapa de su vida.
“Cuando me retiré, en 2010, puse mi ‘oficina de jubilado’ para aprender cosas nuevas, leer, escribir, trabajar en equipo y recibir amigos. Lo hice en la calle Lanín, un pasaje muy especial del barrio de Barracas, intervenido por Marino Santamaría. Allí, sobre un terreno baldío, levanté esta construcción, y planté y cuido este jardín. En realidad, Lanín es una obra colectiva, encabezada por Rodolfo Livingston, quien la diseñó solo con líneas curvas (a mi pedido, ya que decenas de años me había dedicado al derecho), dice con humor Eduárdo Cárdenas sobre esta obra en su página web, donde “Lanín” tiene su propia pestaña.
Otras virtudes que Cárdenas aprecia de esta mesa es poder trabajar de a dos y verse sin tener que mirar por encima de las pantallas, amén del sistema de guardado. “No quería cajones, y con los tambuchos rojos transparentes solucionamos el tema de un modo estético”.
Pensar el proyecto a la medida del cliente
“El propietario es un pensador peripatético. Eso significa que piensa caminando, como hacían los seguidores de la escuela de Platón. Cuando uno hace eso, el tiempo se altera; por eso, entre otras cosas, las escaleras que proyecté en esta construcción invitan a hacer un recorrido, antes que a buscar el trecho más corto entre A y B”.
"Todo está pensado para generar sorpresas. El comedor es un sublugar: integrado, pero protegido y contenido por las curvas."
Arq. Rodolfo Livingston, autor del proyecto
Otra medida que se tomó para favorecer la inspiración fue darle lugar al factor sorpresa. “Acá, cada rincón ofrece una vista distinta y con un encuadre diferente”, señalaba este maestro de arquitectos. Felicísimo con el resultado, el dueño de casa no escatimó elogios ni para el creador ni para quienes llevaron a cabo el proyecto, los arquitectos Pechi Cabrera y Bruno Cammilli, que para el momento habían concretado casi cuarenta obras de Rodolfo Livingston, y siguiendo fielmente El Método por él ideado.
“Si tuviera que resumir brevemente de qué se trata El Método aplicado a la obra, diría que le damos al cliente una estructura: él sabe cómo va a ser el proceso, cómo va a ser atendido sin tener que involucrarse en las complejidades constructivas”, nos explicaba la arquitecta Pechi Cabrera que, junto con su colega Bruno Cammilli, construyó gran cantidad de proyectos de Livingston. “Nos reunimos una vez por semana en la obra, donde tenemos todo prolijo para recibirlo, se realiza el pago de la semana y pasamos un par de horas recorriéndola para ver los avances”.
“Llego acá todos los días a las 7.30 (siempre fui madrugador), y me quedo trabajando hasta las 17″, nos contaba el dueño de este estudio, dejando traslucir cuán a gusto que se siente aquí. Son horas de lectura, de investigación, de reuniones y de reflexión. “Yo, que pienso tanto las cosas, siempre consideré que este proyecto tenía que ser con Livingston: me hubiera dado mucho miedo hacerlo con otro. Nos hicimos amigos de grandes, porque descubrimos que teníamos muchas afinidades.”
Talentos en colaboración
Si hay algo que todo arquitecto agradece es que, cuando la obra está terminada, la ambientación esté a tono con el concepto. Aquí, en un afortunado aporte que hizo honor a la estructura, el dueño de casa no se quedó atrás con la suma de ideas ni de obras de arte, traídas de viajes o encargadas a autores que él mismo convocó. Ellos, a su vez, se compenetraron a fondo con el proyecto, lo que contribuyó a que todo fluyera, algo poco común si tenemos en cuenta que participaron, en total, casi 25 personas. La celebración de fin de obra dio fe de esta armonía, además de demostrar que, a pesar de la economía de metros, la Casa Curva puede recibir, tranquilamente, a una feliz cantidad de invitados.
A quienes quieran conocer más de Rodolfo Livingston les recomendamos el excelente documental de Sofía Mora, Método Livingston (2019).