La provoleta es la estrella de una parrillada complete. No puede faltar. Pero este queso fibroso y perfecto para comer caliente porque no se funde por completo es un platazo que se puede disfrutar en una comida en casa. No hace falta esperar al asado del domingo para gozar de este manjar. Tampoco tiene por qué estar acompañada la provoleta con carnes y cosas pesadas. Con una ensalada fresca, o preparada con una rica salsa como este pesto de albahaca la provoleta es un plato para cualquier día de la semana. La idea nos la pasó Gastón Riveira, el creador y alma mater de La Cabrera, una de las parrillas más exitosas de Buenos Aires. Gastón no responde al perfil de un parrillero clásico, se lo puede definir como un verdadero cocinero: selecciona la mercadería, saca costos, prueba cada plato e investiga tendencias. Está en cada uno de los detalles y siempre le gusta sorprender como lo hace con esta receta de provoleta con pesto y jamón sublime que se puede servir como entrada o como plato principal.
Para el pesto, pelar los dientes de ajo y machacarlos en un mortero con unos granitos de sal gruesa. Mezclar el ajo con las hojas de albahaca y el aceite de oliva. Machacar (este paso se puede realizar también en una procesadora) y salpimentar.
Dejar orear los medallones de provoleta mientras se enciende el fuego y se obtienen buenas brasas.
Colocar la parrilla a 12 centímetros de altura (si es regulable) y sellar los medallones de ambos lados por no más de 2 minutos. Luego, disponer cada uno en cuencos de cerámica o de hierro y cocinar durante 15 minutos hasta que el queso esté bien derretido.
Añadir unas lonjas de jamón crudo o cocido, unos tomates secos y, por último, el pesto. Servir en los cuencos.
Servir la provoleta en una cazuela permite que conserve humedad y vapor y que tarde más en ponerse dura.
Un rico vino tinto y unos panes tibios caseros, son los compañeros ideales de esta provoleta con pesto, tomates secos y jamón.