Secuestro en el océano. Mentiras, juicios millonarios y una pieza de museo: a 15 años del ataque pirata más famoso del siglo XXI
En abril de 2009, un buque mercante de 155 metros de largo, con 21 marinos estadounidenses a bordo, fue abordado por un grupo de piratas somalíes
LA NACIONRichard Phillips, mundialmente conocido como el “capitán Phillips”, nació el 16 de mayo de 1955 en Winchester, Massachusetts. Sus padres, James Phillips y Virginia Shattuck, tuvieron 8 hijos.
Vivió en Massachusetts, “el estado de la bahía”, hasta los 18 años, cuando tuvo que decidir entre estudiar Derecho, el deseo de sus padres, o seguir su vocación e inscribirse en la Academia Marítima. Quería ser marino mercante, así que eligió la segunda opción.
Para pagar sus estudios, trabajó como taxista. Luego, en 1979, el año de su graduación, se bajó definitivamente del taxi y buscó su destino en el mar.
Maersk, la compañía danesa de transporte marítimo, le dio la primera posibilidad. Durante los 24 años que trabajó en la empresa, Richard Phillips fue comandante de 13 cargueros. Sus viajes eran largos, podía pasar 40 días en altamar y apenas ponía un pie en tierra subía a otro barco para iniciar una nueva travesía. Su régimen de trabajo alternaba 3 meses de navegación con 3 meses de descanso, y así sucesivamente.
El 3 de abril de 2009, empezó un viaje, como cualquier otro de su carrera. Lo que no sabía es que no llegaría a destino a tiempo. Pues, un imprevisto cambiaría los planes sobre la marcha, drásticamente.
Un secuestro eterno
El buque Maersk Alabama, comandado por Richard Phillips, zarpó desde Salālah, en Omán, hacia Mombasa, Kenya. A bordo iban 22 estadounidenses, contando al capitán.
Atravesaron el mar arábigo en dirección sudoeste, navegaron en paralelo a la costa de Somalía, a 375 kilómetros de distancia de la orilla.
El área, por entonces, era bien conocida por los ataques piratas, especialmente si se navegaba cerca del territorio somalí, el centro de operaciones de los ladrones del mar.
Los piratas solían surcar el mar en pequeñas lanchas. Iban armados con rifles automáticos y sus presas preferidas eran los buques de carga por diversos motivos: la variedad de material que podrían robar, el dinero que solían llevar a bordo de estos... y por el hecho de que su tripulación no tenía una gran capacidad de defensa ante un posible secuestro.
Según un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en 2010, 53 barcos fueron abordados por piratas. Para ese año, las demandas de rescate ascendían a cientos de millones de dólares al año, en promedio. Se estimaba que el costo total de la piratería para la economía mundial era de miles de millones.
Distintas fuentes cuentan que se llegó a crear un mercado de stock para que inversores pudieran comprar acciones de futuras operaciones. Había prestamistas que ayudaban a los piratas a equipar sus lanchas y comprar armas y combustible.
Phillips recibió varias advertencias, pero evitó cambiar su rumbo. Solo en los primeros 3 días, el Maersk sufrió dos intentos de secuestro, que por fortuna, resultaron fallidos. El capitán no se habría preocupado mucho.
“Durante los dos ataques, ordenó a la tripulación realizar un simulacro de incendio”, dijo uno de los marinos.
“Es como si quisiera que nos secuestraran”, declaró otro. Y eso, efectivamente, sucedió.
En la mañana del 7 de abril, un gomón con cuatro piratas a bordo, todos armados con rifles AK 47, aceleró hacia el Maersk. Los tripulantes del carguero no estaban armados. Tiraron bengalas pidiendo ayuda y echaron agua con mangueras de bombero hacia la lancha. Sin embargo, ya la tenían demasiado cerca, y no pudieron hacer nada mientras dos somalíes trepaban por el casco del navío. Era la primera vez en mucho tiempo en la que un buque, que navegaba con la bandera estadounidense, era abordado por piratas.
Muchos de los marinos pudieron refugiarse en la sala de máquinas, que estaba fortificada. Pero no todos llegaron a tiempo. Un grupo fue sorprendido por los invasores en el puente de mando. Entre ellos, estaba el comandante Richard Phillips.
Mientras tanto, los dos piratas restantes abordaron el buque. En el puente, uno de los marinos capturados fue obligado a bajar a buscar al resto de la tripulación, pero jamás regresó. Entonces, uno de los piratas salió a su búsqueda.
Lo que no imaginó jamás el delincuente es que el marino le había preparado una emboscada... y fue capturado por los empleados de Maersk. Los piratas negociaron para que su compañero fuera liberado. A cambio abortarían el secuestro y abandonarían el carguero. Aunque, “como garantía”, dijeron, se llevarían a Phillips. Poco después abandonaron el buque en uno de los botes de emergencia.
La tripulación del Maersk Alabama envió señales de ayuda y comenzó a seguir de cerca al bote salvavidas. No querían perder de vista a su capitán.
El 9 de abril, respondiendo al pedido de ayuda, arribó a la zona el destructor USS Bainbridge de la marina estadounidense. Un pequeño escuadrón de soldados abordaron el Alabama, por seguridad, y les ordenaron que continuaran con el viaje a Kenya. Dijeron que ellos se harían cargo de la situación y, de inmediato, comenzaron las negociaciones con los secuestradores.
El USS Bainbridge estableció una “red de control” alrededor del bote salvavidas, con el fin de prevenir que los piratas recibieran apoyo de embarcaciones de su organización.
El día siguiente, el capitán Phillips estuvo cerca de liberarse. En un momento dado, notó que sus captores estaban distraídos y se lanzó al mar. Pero ellos reaccionaron y dispararon tiros de advertencia. Phillips no tuvo más remedio que regresar al bote salvavidas. Sin embargo, ese acto desesperado marcó el principio del fin de su calvario. Los piratas comenzaron a actuar erráticos. La falta de sueño, más el calor extremo y los fuertes vientos, los enloquecieron. Se pusieron demasiado violentos. Esta actitud alarmó a un grupo de Seals de la marina estadounidense, quienes observaban lo que ocurría en el interior de la lancha de escape a través de la mirilla de sus rifles.
El 12 de abril de 2009, domingo de pascuas, el capitán del USS Bainbridge, Frank Castellano, determinó que la vida de Phillips corría riesgo entre la histeria de sus captores, y dio la orden de que les dispararan a dos de ellos. Un tercero quedó vivo y se entregó ante los marinos del USS Bainbridge. Fue el final de la pesadilla del capitán y el comienzo de una leyenda. Phillips fue recibido en los Estados Unidos con honores y visitó al presidente Barack Obama en el salón Oval. Su historia fue retratada en su libro “A captain’s duty”, que luego fue recogido por el director Paul Greengrass en la película “Captain Phillips”, protagonizada por Tom Hanks.
15 años después: juicios y una pieza de museo
Abduwali Muse, el pirata somalí que se rindió ante los estadounidenses, recibió una sentencia de 33 años de cárcel. Está preso en la facilidad Federal Correctional Institution de Terre Haute, en Indiana.
El bote salvavidas del Alabama Maersk puede ser visitado en el Navy Seal Museum, en Fort Pierce, Florida. En sus paredes se ven los agujeros dejados por las balas disparadas por los marinos norteamericanos.
“Phillips no era el gran líder que muestra la película”, dijo un miembro de la tripulación, quien, por razones legales, prefirió no dar su nombre. Trabajó muy de cerca con el capitán en el Maersk Alabama y, dice, se alarmó por su comportamiento desde el principio. Este marino cuenta que, desde hacía más de una década, Philips tenía la reputación de ser un capitán hosco y autojustificado. “Nadie quería navegar con él”, apuntó.
Después del secuestro, 11 miembros de la tripulación demandaron a Maersk Line y a Waterman Steamship Corp. por casi 50 millones de dólares, alegando “desprecio voluntario, temerario y consciente por su seguridad”. Argumentaron que “la tripulación le rogó al Capitán Phillips que no se acercara tanto a la costa somalí”, dijo Deborah Waters, la abogada que presentó la demanda. “Él les dijo que no dejaría que los piratas lo asustaran o lo obligaran a alejarse de la costa”, agregó.
En marzo de 2009, el capitán Phillips recibió un detallado plan antipiratería de la Organización Marítima Internacional. Allí está detallado el protocolo que debe seguir la tripulación en caso de secuestro. Si los piratas se acercan demasiado, precisa, la tripulación debe apagar las luces, cortar la energía y encerrarse bajo cubierta. “Pero él no quería cumplir con ese procedimiento”, continuó el marino anónimo.
Phillips llegó a admitir que, a bordo del Maersk Alabama, recibió siete correos electrónicos que le advertían sobre el aumento de la piratería frente a Somalia. Cada mensaje instaba a los buques de carga a alejarse de la costa al menos 600 millas náuticas (unos 1000 kilómetros). Pero, en el momento del ataque, el Maersk Alabama estaba a solo 235 millas náuticas de la costa, según el miembro de la tripulación. En 2010, Phillips le dijo a CNN que el Maersk estaba a 300 millas de la costa. Los informes publicados en aquel momento situaban al barco a 240 millas.
Hubo otros miembros que también se unieron contra Maersk, aunque con otro abogado, Brian Beckom. Los demandantes aseguraron que el Maersk Alabama no contaba con medidas de seguridad adecuadas contra los piratas.
“Los verdaderos héroes son los hombres y mujeres de la Armada de los Estados Unidos que rescataron a la compañía naviera de sus malas decisiones y a los valientes miembros de la tripulación que realmente lucharon contra los piratas una vez que abordaron el barco. Desarmados, enfrentaron a los piratas , que tenían armas automáticas”, dijo Beckcom.
Según la demanda, Maersk “subcontrató” la seguridad del Alabama a las fuerzas armadas de Estados Unidos, y por extensión, a los contribuyentes de Estados Unidos, en lugar de proporcionar medidas básicas de prevención contra la piratería. Desde el abordaje de abril de 2009, el Maersk Alabama fue atacada por piratas en al menos otras dos ocasiones. Pero los dos intentos de secuestro fueron repelidos, ya que tras el caso del capitán Phillips, la empresa naviera contrató servicio de seguridad privada.
“Si acaso, esta demanda ha enviado un mensaje muy claro a la industria naviera. Es decir, si vas a enviar a los miembros de la tripulación a aguas peligrosas, debes protegerlos o darles los medios para protegerse. No dejarlos a su suerte y no depender de los contribuyentes estadounidenses y de la fuerza militar estadounidense para que vengan al rescate. Parece que la industria ha entendido el mensaje gracias a esta demanda, y eso es algo bueno para los hombres y mujeres que trabajan en estos barcos”, agregó Beckcom.
La acción legal iniciada por los clientes de Beckom no llegó a juicio. Fue resuelta a través de un arreglo económico entre las partes, por una suma que se mantiene en estricta reserva, en diciembre de 2013.
Tras el ataque de los piratas somalíes, Phillips continuó navegando. Regresó a las aguas rápidamente. Sin embargo, tras el éxito de la película inspirada en su caso, se dedicó a dar charlas por el mundo. Todavía se lo puede contratar como orador.
El ataque al Maersk Alabama fue un punto de inflexión en materia de seguridad en los buques cargueros. Y el principal motivo es el impacto que generó el secuestro del buque, y el del capitán Phillips. Hay un dato insoslayable: Phillips demostró una valentía enorme a la hora de aguantar cinco días con piratas iracundos. Sin embargo, sería irresponsable no tener en cuenta lo que cuenta casi la totalidad de la tripulación que navegaba a sus órdenes.
Para el año 2012, debido a las medidas que las navieras tomaron contra la piratería, muchos de los “sponsors” de los piratas dejaron de financiar sus operaciones. En 2014, el número de intentos de secuestro había disminuido tanto que la piratería estaba en su punto más bajo en una década. Y hoy, en 2024, aun sigue bajo, aunque se advierte que siguen habiendo “puntos calientes” en el océano y que algunas organizaciones siguen teniendo la capacidad operativa de llevar a cabo un ataque.
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